domingo, 23 de abril de 2017

"En los curriños" (1959 ca.) Nicolás Ardanaz


Hay fotos que te llegan al alma y te emocionan. Pero esta semana he encontrado dos que han producido en mí lo que he dado en llamar microinfartos. Grité, lloré, sentí un sopapo emocional bestial… Encima las descubrí casi seguidas y no sé ni cómo pude sobrevivir. Y es que las dos me plantaron ante los ojos dos lugares sagrados de mi infancia y, además, justo a mis nueve años, hacia el 59. 
El autor de las dos, Nicolás Ardanaz, a quien no sé cómo agradecer la felicidad que me ha regalado.
Hace unos pocos días ya os presenté la del Arcedianato. Vamos hoy a por la segunda: "En los curriños".
Después de sanfermines, a partir de los años 50, solía venir la compañía madrileña de Maese Villarejo con sus marionetas. Nosotros les llamábamos curriños. El origen y significado de esta palabra nos lo cuenta admirablemente Carlos Janín:

          curriño:
(n. masc.): marioneta o títere como los que en teatrillo instalado durante (yo: después) las fiestas de San Fermín en la plazuela de San José, sita a espaldas de la catedral, nos embelesaban con las trepidantes aventuras de Gorgorito. Se iba “a los curriños”, al igual que a los fuegos o a los toros. En aquel tablado, los indios entonaban sus cánticos guerreros de: “Gori, gori panza, los indios avanzan” y también aquello otro de “Dale Patricio, que la puerta se sale de quicio; Patricio, dale, que la puerta de quicio se sale”. (Nota mía: estas dos melopeas pertenecían a las aventuras de Chacolí, anterior y simultáneo de Gorgorito. Me comunica Ángel Sánchez Garro, nacido en el 44, que también se decía, ahora en Gorgorito: "Enanito Pimentón, necesito tu opinión"
(adj.): estrecho, apretado, ceñido en exceso; se aplica a las prendas de vestir que, debido al crecimiento propio de la edad, quedan en ese estado e imponen su paso al guardarropa del hermano inmediatamente menor. De no pasar al más pequeño, hay que abrirle las sisas.
La prensa histórica me ha confirmado que, por aquellos años, daban tres sesiones: a las cinco, las seis y media y las ocho. Aquello era mundial. Vivíamos tan intensamente las aventuras de Gorgorito que -por lo que he visto en las fotos- el espectáculo de verdad éramos sobre todo los espectadores.
"Chiquillos subidos a un camión viendo los gorgoritos"
Juan Guerrero Plaza Santa María Cáceres 1970

Espectadores, por Fco. Javier Zubiaur Carreño
Para algún despistado
La foto se ha tomado hacia 1959 y recoge el momento en que la chavalería se ha encaramado al tejadillo guardalluvias del basamento exterior de la nave de la Catedral que da a la Plazuela de San José. Esto se explica porque en aquella época, incluso más tarde, por el verano, se ofrecían en el lugar funciones de marionetas o “curriños” y, haciendo uso de este recurso, los niños espectadores gozaban de un punto de vista inmejorable.
No sabemos cómo han podido subirse a sitio tan difícil [Nota mía: unas ranuras -hoy con cemento- que se ven en el plano inclinado de la izquierda lo facilitaban], situado a casi dos metros de altura, o si están incómodos –que seguramente lo están pues se hallan sentados en plano inclinado- pero esto es algo que no parece importarles demasiado, a juzgar por la atención que ponen en el espectáculo, cuya presencia se ha elidido en la imagen.


En tierra, en plano escalonado, algunos padres con sus hijos pequeños, incluida una abuela de las de entonces, de riguroso negro, se hallan del mismo modo interesados en lo que ofrece el teatrillo veraniego, seguramente el de las Marionetas de Maese Villarejo, que en nuestra infancia nos divertía con las aventuras de Gorgorito en el fondo del mar, en la India, en el país de los ratones, en lucha contra los caníbales o en un sinfín de situaciones que exigían al público infantil su participación para avisar del peligro a este personaje al que admirábamos por su valentía y resolución, en una época sin televisión donde las diversiones eran sobre todo callejeras.
Ardanaz utiliza con maestría el encuadre fotográfico sin mostrar el objeto de la mirada sino a los espectadores absortos por la percepción del espectáculo, sugiriendo un espacio fuera de campo evocador.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Buen día Patxi:
Bonito trabajo el de hoy, era algo que tenía en la cabeza, que no sabía donde se hacía exactamente.
No recordaba la canción del "té, chocolate y café", ni el nombre del personaje.
Gracias por todo
Un abrazotazo
emilio

Anónimo dijo...

Eres un simpático nostálgico
Jesús

Anónimo dijo...

Gracias Pachi, por este emocionado recuerdo; además veo que en el último vídeo interviene Javier Apesteguía. Salud

Echenique dijo...

Té, chocolate y café, té, té, té. Gorgorito conseguía siempre sus propósitos liberadores gracia a la colaboración de un público entusiasta que le indicaba el camino a seguir o los peligros a evitar. Eso de la participación en la educación ya está inventado desde los años 50 del pasado siglo. Maese Villarejo y Sor Cecilia son los artífices. La participación en el espectáculo era tan intensa que hasta llevaban las sillas de casa o se arramplaban donde buenamente podían, aunque fuera en pendiente que había que remontar cada cierto tiempo. Los recuerdos de una infancia feliz por la plazuela de San José y el Redín se agolpan en mi mente, no sin un toque nostálgico.