lunes, 28 de mayo de 2018

En Sanfermines, Iriberri e Inge Morath


Una mujer, Inge Morath, vino a Pamplona, en fiestas, en 1954 y nos dejó unas fotografías que llegan al alma.
Un periodista, José Miguel Iriberri, lleva más de cuatro décadas 'retratando' los Sanfermines y se nos ha hecho, también, imprescindible para sumergirnos en la Fiesta.
Si quieres ver más fotos de Inge Morath, entra en este álbum de Face

EN FRASES
“Si algo repudia la esencia de los Sanfermines es el tíquet y la puerta de entrada”
“La fiesta va a seguir por esa gente que tiene ocurrencias, que siempre son sin subvención”

JOSÉ MIGUEL IRIBERRI PERIODISTA
“Los Sanfermines son un continuo volver”
“Observador profesional” de la fiesta durante más de cuatro décadas, José Miguel Iriberri ha escrito sobre todo lo que tiene que ver con Sanfermines. Un libro recopila más de 80 de sus artículos de los últimos años
JESÚS RUBIO Pamplona
Lo conocen ya todos, casi seguro. Al fin y al cabo, José Miguel Iriberri Rodríguez ha hecho de todo durante más de cuatro décadas de trabajo en Diario de Navarra. En ese 'de todo' se incluye que ha escrito mucho, y bien, sobre los Sanfermines. Y eso que, cuando era un niño, las fiestas le quedaron algo lejos.
Iriberri, que nació en San Sebastián en 1943, recaló en Pamplona con 4 ó 5 años. Hijo de ferroviaria, la estación del Empalme del Plazaola y el Irati, en la Rochapea, fue su primer barrio pamplonés. “Allí abajo los Sanfermines no llegaban”, reconoce.
Después vivió en la Plaza de la O, “desde la que te asomabas a los Sanfermines que pasaban por la calle Mayor”. Así que Iriberri, que aprendió a leer y escribir en las escuelas de la Carbonilla, y estudió en las de San Francisco y en el Instituto Ximénez de Rada, antes de cursar Periodismo y Derecho en la Universidad de Navarra, ha vivido los Sanfermines, sobre todo, “como observador profesional”, escribiendo para el periódico, primero, noticias y reportajes, y desde finales de los años 80, artículos de opinión.
Un libro recién editado, “Sanfermines de papel” (Sahats, 15€) recopila más de 80 de esos textos suyos publicados en la última página de Diario de Navarra durante las fiestas desde 1998 a 2017. El libro lo prologa, con ilustración incluida, César Oroz.
¿Hasta que punto es posible, o imposible, que los “Sanfermines de papel” se parezcan a los reales?
Se deberían parecer. Los periodistas, cuando estamos observando algo de lo que tenemos que escribir, inevitablemente, estamos pensando en qué vamos a contar. Eso casi te impide vivir y disfrutar la fiesta. Vas a la fiesta para escribirla.
¿Cómo surgen los temas de los artículos?
Antes de los artículos, durante 25 ó 30 años, he hecho de todo: los mayorales, cuando costaba Dios y ayuda sacarles algo tan sencillo como el peso de los toros; el patio de caballos, la procesión, octavas, salidas de gigantes… En el encierro sacaba una localidad de andanada, y calculaba el tiempo con mi reloj, guiándome por los cohetes. Después te echabas calle Estafeta abajo e ibas rehaciendo lo que había ocurrido, a través de lo que te decían en la Cruz Roja o lo que te contaba fulano o mengano. Todo eso es un conocimiento cogido. Por ejemplo, la traca final es un invento yo que he visto nacer.
Los artículos están poblados por una serie de personajes...
Maritorena, Turrillas, el Tuli, concejales como Tomás Caballero, el Guti, Zanquetas y su carnicería de San Cernin, Echarte y los del Struendo de Iruña... Los Sanfermines van a seguir por la línea de toda esta gente que tiene estas ocurrencias que siempre son sin subvención, sin programa. Todos esos personajes además son muy reincidentes. A Turrillas se vuelve siempre. A la Pamplonesa… En Hemingway, a la fuerza, caes por los aniversarios, por el hotel, por Fiesta… Pero es que los Sanfermines son un volver continuo. A todo el mundo le gusta repetir y repetirse: el lugar donde ve la procesión, el día y hora que queda con tal y cual, la cena de la cuadrilla... La fiesta es de lo más tradicional. Ha cambiado la sociedad de manera evidente, pero el programa en lo esencial sigue anunciando lo mismo en los mismos escenarios.
Y cuando aparece algo nuevo enseguida se hace tradición.
En apenas tiempo y casi sin querer. Miguel Javier Urmeneta recordaba en su libro que una errata que se coló en uno de los primeros bandos seguía allí 25 años después. Hasta en eso se nota.
¿Tan excepcionales son los Sanfermines para calificarlos como tiempo fuera del tiempo, exilio feliz?
Es evidente. Ignacio Cía decía que el año administrativo en Pamplona empieza el 15 y termina el 5. Los Sanfermines son algo más que una fiesta en un lugar, es una fiesta en la ciudad y de toda la ciudad. Eso crea un espacio de excepcionalidad entre el 5 y el 15 de julio, en el que el tiempo da una tregua.
Un artículo sobre las dianas dice que allí todos son uno de los nuestros. ¿Es esa una clave que se puede extender a toda la fiesta?
Es así. Se crea un vínculo que une a los que van y no van a los toros, al que va con los gigantes, al que va a la procesión... el que va a la fiesta es uno de los nuestros.
En una fiesta en la que el orden es un caos por descifrar.
Podría decirse también la organización del desgobierno.
Desde luego, no es una ciudad sin ley.
No hay otra fiesta en el mundo que tenga tal barbaridad de supuestos penales codificados, Hay un código tremendo, entre bandos de alcaldías, normas del encierro y otras...
Además hay normas no escritas.
Esas son muy problemáticas. Son las de los justicieros en torno a las vaquillas y al guiri. Pueden ser peligrosas.
El primer cohete de Yolanda Barcina, se dice en un artículo de 1999, rompía “un machismo ancestral”. ¿Va desapareciendo ese machismo?
Ha desaparecido en lo que toca a Pamplona y a la organización de la fiesta. Desgraciadamente los machistas, algunos de ellos tremendos, pasan por los Sanfermines como por otros sitios. En todo caso, Yolanda Barcina fue la primera alcaldesa pero ya Elisa Chacartegui había tirado el primer cohete y la mujer había salido en la procesión.. ya se había transformado todo.
Otro libro de Iriberri y Oroz, Sanfermines a vuela siglo, recogía artículos escritos entre 1989 y 1997. ¿Qué es lo más ha cambiado en la fiesta de un libro a otro?
Hemos cambiado más los pamploneses que la estructura de la fiesta. Lo que sí es tremendo es el cambio constante y repetido de la masificación: en la procesión y la misa es increíble. Hace 30 años ibas con el santo tranquilamente y entrabas en la capilla, ahora se forman unos tapones son tremendos. Del encierro qué vamos a decir. Lo decía Pedro Charro: si un día ocurriera algo más de lo que ocurre, ¿qué pasará? ¿Qué solución hay? Por lo visto, ninguna. En Venecia han puesto tornos para los turistas pero si algo repudia a la esencia de los Sanfermines es el tíquet y la puerta de entrada.
¿Qué es peor en Sanfermines, un triste o un vigilante de las esencias?
El vigilante de las esencias, siempre. Pone una puerta, que es como intentar atajar el campo. De todos modos, los PTV, que eran los que se transmitían de unos a otros lo que habían leído y oído, se acabaron con la Historia de los Sanfermines de Arazuri. Con aquellas 1.000 páginas todos sabíamos ya todo.
Los artículos regresan en muchas ocasiones a la infancia.
Ahora que tengo tiempo vuelvo muchísimo por mis barrios, por Marcelo Celayeta, por la escuela de la Carbonilla, por la plaza de la O. Suelo repetir una frase de Rilke: todos somos un poco extranjeros en el país de la infancia. Volvemos a la infancia y puede que el edificio que conociste siga en pie, pero los ojos con los que miras son distintos. Es una vuelta a la infancia, pero es una vuelta a la melancolía.
Un joven aprendiz de Sanfermines, ¿cuál sería la primera lección que debería aprender y el primer lugar al que ir?
Dos lugares: la calle Mayor, donde va pasando casi todo, y el recorrido del encierro. Y que vea todo. Desde luego, no dejarse aconsejar ni por mí ni por nadie. Fernando Pérez Ollo decía que los Sanfermines lo aguantan todo, incluido los artículos que escribimos.
¿Qué propuestas podrían mejorar la fiesta?
Reducir lo que tiene de espectáculo. Lo que pasa es que la fiesta es un espectáculo en sí mismo. A las fallas de Valencia vas a ver pero no montas tu falla y la quemas, en la tamborrada de San Sebastián no sacas tu banda, pero en Pamplona te metes en el encierro, en la procesión, en todo. De todos modos, esto que nos parece un debate nuevo no lo es. Hace 100 años estábamos en las mismas. Cuando corrían en encierro cuatro y empezaron a correrlo ocho, el Diario de aquel tiempo, a partir de 1903, ya se preguntaba adónde íbamos a parar. Y del efecto turístico ya se habló cuando se tiraron las murallas. Era 1914.

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